Los fabricantes tradicionales están siendo adelantados por otros fabricantes asiáticos que, sin tener tanta herencia ni historia, se van quedando con una parte del mercado. Para todos aquellos que no quieran pasar por el aro de los fabricantes asiáticos y sus múltiples reinterpretaciones del pasado -copias o fuertes inspiraciones- está el término medio, la conversión de una moto clásica a eléctrica para retener parte del encanto de las motos de antes.
Al hacer una conversión de un vehículo térmico a uno eléctrico hay que asumir varios condicionantes. El resultado no va a ser el óptimo, los ingenieros no tenían en cuenta cómo alojar baterías, sistema de recarga, electrónica de potencia, un motor eléctrico, etc. Como mucho pensaron en colocar una batería de 12 voltios y muy poquita electrónica -si es que había algo-.
Las motos sin un gran valor histórico son más propensas a la modificación, sobre todo en grandes volúmenes producidos y máxime si mantenerlas en orden de marcha empieza a ser una pesadilla por falta de componentes o por tener un mantenimiento muy delicado.
Respetando todo lo posible la versión original, consiguieron meterle un motor humilde -equivalente a una 125 cc moderna-, baterías para recorrer 50 kilómetros, mantuvieron el sistema de frenado original de disco delantero y tambor trasero, colocaron el enchufe debajo del tapón del «depósito» y se curraron el cableado para mantener todos los controles originales y el velocímetro funcional. Un trabajito artesanal, y quien dice artesanal, dice caro.
También hay que tener en cuenta que el encanto de las motos del pasado también incluye la flexión de los chasis de antes, la potencia de los frenos de antes, las dimensiones de llanta de antes o las suspensiones de antes. Sí, todo eso puede mejorarse, pero incrementa los costes, disminuye la originalidad y complica las cosas. Al final, ¿qué queda de la moto que se pretendía preservar?
Fuente: forococheselectricos.com